La batalla de Bolivia y el legado del Che. A 53 años de su último combate

por El Mecha

Antes de partir a su último destino, Ernesto Guevara, más conocido como «El Che», dejó una carta dirigida a sus cinco hijxs. En esos poquitos párrafos de su despedida preventiva, el Che sintetizaba uno de los legados de esa nueva tradición marxista latinoamericana, que se forjaba en la heroica Cuba, y de la que él emergía como uno de sus máximos referentes.

«Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario»[1].

Así reza uno de los párrafos más citados, leídos y repetidos de esa carta, que a nuestro entender expresa el núcleo central del guevarismo. En esas líneas, el Che sintetizaba horas de reflexiones teóricas surgidas al calor de la Revolución, tanto de la lucha guerrillera entre 1956-1959, como de las problemáticas concretas que surgían de sus labores al frente del Ministerio de Industrias. En su momento de mayor madurez intelectual, escribió uno de sus textos más conocidos y donde volcó gran parte de sus aportes al marxismo latinoamericano. Conocido como «El Socialismo y el hombre en Cuba», fue publicado en 1965, en la revista uruguaya Marcha. En ese texto se puede hallar el trasfondo de esas palabras del Che a sus hijxs. En un párrafo, también muy citado, decía:

«Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad»[2].

En el pensamiento de Guevara, la acción de lxs sujetos vuelve al primer plano. Frente al «marxismo» estructuralista y estalinista dominantes en la época, que entendían al socialismo como el mero desarrollo de las fuerzas productivas, el Che recupera el pensamiento de los «Manuscritos económicos y filosóficos» de Marx, junto a la idea de que la lucha fundamental es contra la alienación. En su mirada, fuertemente cargada de la filosofía martiana, y de la influencia de Fidel, los sentimientos de amor hacia el pueblo y de repulsión ante la injusticia, son los verdaderos motores de lxs revolucionarixs.

En este punto ha habido quienes han interpretado estos pasajes -separados del pensamiento integral del Che- como una especie de visión neo cristiana. Y si bien es verdad que tiene fuertes puntos de confluencia con la Teología de la Liberación y con los Curas del Tercer Mundo, está muy alejado de aquellas máximas que nos invitan a poner la otra mejilla o resignarnos a esperar el reino de los cielos, para tener «buenaventura». También su propuesta se distancia de aquella máxima, muy difundida en estos últimos tiempos en nuestro país, que repite como fórmula mágica: «el amor, vence al odio».

Y es acá donde debemos poner a jugar otra de las aristas del pensamiento y legado de Guevara, expresado en su último texto antes de partir a Bolivia. Se trata de «Crear dos, tres… muchos Vietnam, esa es la consigna», escrito en 1966 en un campo de entrenamiento en Pinar del Río, Cuba, a poco de embarcarse hacia el Cono Sur. Este documento es el mensaje de un Che guerrillero, que se apronta a una nueva batalla y que intenta sacudir las conciencias semi adormiladas de los sostenedores de las tesis de la «Coexistencia Pacífica». Son las palabras de un Che urgido por la necesidad de extender la revolución al resto de Nuestra América, y que veía que la URSS se dirigía en el camino del retorno al capitalismo, como le anticipó a Fidel en una carta escrita en 1965[3]. De un Guevara consciente que el imperialismo es un sistema global y que de ninguna manera se caería solito; del mismo modo que son incorrectas las tesis del «Socialismo en un solo país» y que la supervivencia y profundización de la Revolución Cubana se jugaba también en el continente americano.

Aquí, el amor por los pueblos y el dolor por las injusticias encuentra su par dialéctico: el odio al imperialismo. El verdadero responsable del hambre, la miseria, las guerras, el saqueo y la súper explotación. No se trata de un «amor», ni un «odio», en abstracto. Es el amor por los pueblos, que tiene su par complementario, el necesario odio a los explotadores, a «la oligarquía monopolista y guerrera más feroz, más inescrupulosa, y también con más potencia de muerte, que ha conocido la historia de la humanidad», como definió Guevara al imperialismo norteamericano. Ese antiimperialismo radical no provenía sólo del dolor y la repugnancia ante los atropellos, golpes de estado, invasiones, bloqueos, cometidos por las potencias imperialistas- muchos de los cuáles él había sido testigo directo-, sino también de una concepción heredera de la tradición de Lenin. «Hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo», decía Guevara en «Crear dos, tres… muchos Vietnam», en sintonía con las ideas volcadas por el revolucionario ruso en su conocido folleto «El imperialismo, fase superior del capitalismo». Y coherente con esa tradición, el Che no separaba en dos etapas la lucha antiimperialista de la anticapitalista. La experiencia cubana había demostrado la inexistencia de algún sector burgués nacionalista, que quisiera estar de este lado de la trinchera en la lucha contra el imperialismo yanqui (Chile lo demostraría una década y media después). Por eso, en este texto que comentamos escribió:

«Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución».[4]

Ya en un escrito anterior, de 1961, había sostenido esas ideas. Aunque todavía en ese momento les daba un pequeño margen de duda:

«las burguesías nacionales no son capaces, por lo general, de mantener una actitud consecuente de lucha contra el imperialismo. Demuestra que temen más a la revolución popular, que a los sufrimientos bajo la opresión y el dominio despótico del imperialismo que aplasta a la nacionalidad, afrenta el sentimiento de patriótico y coloniza la economía»[5].

Bajo estas premisas el Che desembarcó en Bolivia, a cumplir con aquella idea que toda la Cordillera de los Andes sería la Sierra Maestra de América. Porque, como escribe en reiteradas ocasiones, el carácter de la lucha sería Continental y prolongado. De ahí su evocación a Vietnam.

En este escrito, Guevara ensaya otra despedida, diferente a la que dejara a sus hijxs pero, como hemos explicado, complementaria con la anterior. En el cierre dice:

«Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria»[6].

El Che, que conocía perfectamente que podía librar su última batalla en tierras bolivianas, dejaba un mensaje a sus hijxs y a lxs revolucionarixs del mundo. Para él, resultaba fundamental que seamos capaces de movilizarnos ante cualquier injusticia y sentirlas en lo más profundo; que el amor a los pueblos sea el carbón que alimente el motor de lxs revolucionarixs; y tener claro que nuestra guerra, material e ideológica, debe estar dirigida contra el imperialismo, enemigo del género humano, sin confiar en ningún sector de las burguesías nacionales o autóctonas. Legados fundamentales y tan vigentes del pensamiento y acción del Che.

Muchos oídos y manos receptivas se han tendido en estos últimos 53 años. El ejemplo del Che ha seguido iluminando los caminos y senderos de los pueblos, en pos de la Segunda y Definitiva Independencia, el Socialismo.

Comandante, amigo, tu grito no fue en vano.

¡Hasta la victoria siempre!


Fuente: Senda Guevarista

placa che 8oct2020


Notas

[1] Ernesto Guevara, «Carta a mis hijos», en Che Guevara Presente. Una antología mínima (Bogotá: Ocean Sur, 2007), 402.

[2] Ernesto Guevara, «El socialismo y el hombre en Cuba», en Che Guevara Presente. Una antología mínima (Bogotá: Ocean Sur, 2007), 224-39.

[3] Ernesto Guevara, «Algunas reflexiones sobre la transición socialista», en Apuntes críticos a la Economía Política (La Habana: Ocean Sur, 2006).

[4] Ernesto Guevara, «Crear dos, tres… muchos Vietnam (Mensaje a la Tricontinental)», en Che Guevara Presente. Una antología mínima (Bogotá: Ocean Sur, 2007), 367-79.

[5] Ernesto Guevara, «Cuba, ¿excepción histórica o vanguardia en la lucha contra el colonialismo?», en Che Guevara Presente. Una antología mínima (Bogotá: Ocean Sur, 2007), 137-50.

[6] Guevara, «Crear dos, tres… muchos Vietnam (Mensaje a la Tricontinental)».